Este tipo de situación me resulta bastante extraña, para ser sincero.
Una ineptitud social bastante severa y uno o dos problemas de TOC, hacen que no coma en ningún sitio que no sea en casa, excepto con dos grupos de personas, unas tres veces al año en total.
Restricciones dietéticas severas - y los dos grupos mencionados lo respetan y hacen provisiones - no ha sido nunca un problema.
Ninguno de estos dos grupos son familiares tan cercanos como los padres o los suegros.
En realidad, uno esperaría que la familia cercana estuviera más dispuesta a ayudar que a frustrar. Esto, sin embargo, se dice desde la perspectiva de alguien que entiende poco de este tipo de cuestiones sociales, esperando el comportamiento ideal de personas que se supone que son inequívocamente dignas de confianza y apoyo.
La conducta de estos suegros posiblemente tenga menos que ver con la dieta y el tema de las comidas, que con un posible “resentimiento” subyacente -pero efectivamente reprimido- típico de yernos y nueras. “Summer” tiene más influencia sobre su hijo que ellos; un cambio tan drástico en su vida no pudo ser una simple decisión de café o té.
La respuesta sigue siendo la misma: comer según su elección, sea cual sea. La cuestión aquí podría ser entender el motivo de la actitud de los suegros, lo que podría determinar el mejor curso de acción - eventualmente no exclusivo de la cuestión de la dieta y las comidas, probablemente.
La única respuesta que exige que se coma lo que se sirve, incondicionalmente, es inviable. Sería interesante ver la reacción del usuario cuando, en la misma situación, se le informara de que el delicioso goulash al que acaba de sentarse en una cena formal, estaba hecho con carne de perro de la mejor calidad, carne de caballo, muslo humano o lo que sea, resultando ser servido con “verduras” totalmente extrañas, pan mohoso y casu marzu (queso con gusanos vivos dentro).
Desde hace diez años, los dos grupos de personas mencionados me invitan a asistir a sus funciones al aire libre en ocasiones, cuando a lo sumo sólo están presentes los miembros del otro grupo. Al principio, les he explicado que asistiría, pero que no comería nada. Siempre en el proceso de intentar ganar habilidades sociales, me he dado cuenta de que les incomoda que no tenga nada que comer, y he empezado a llevar mis propias cosas. Desde que se han dado cuenta de lo sencilla que es la dieta y la solución, hacen provisión de los uno o dos tipos de cosas que puedo comer. Quieren mi compañía, por alguna razón, y están más que preparados y dispuestos a adaptarse a mis restricciones dietéticas.
La cuestión es que, sea o no correcta mi observación, me parece bastante obvio que en el caso de “Summer” y su marido se da otra dinámica que la simple cuestión de su dieta. Conozco más de una configuración familiar cercana que es casi idéntica a esta, y ni una sola vez he oído hablar de padres o suegros que se comporten de esta manera. Puede que los padres o los suegros consideren que la dieta de sus hijos es un poco fuera de lo normal, pero nunca he oído que no sean absolutamente complacientes al respecto. Por otro lado, conozco familias en las que el “resentimiento” reprimido de yernos y nueras ha dado lugar a comportamientos de lo más extraños, aunque sean bastante sutiles, muchos años después de que los hijos se hayan casado y los nietos estén ya en la escuela secundaria.